El estado actual de la captura de carbono – Publicaciones silenciosas

Los titulares están dominados por catástrofes climáticas globales, desde olas de calor hasta inundaciones repentinas. El cambio climático es algo que nos afecta a todos, sin importar dónde vivamos o en lo que creamos. Las emisiones de carbono son una fuente clara de este problema y, por el momento, no se está haciendo lo suficiente para revertir esta tendencia.

Actualmente hay 17 plantas de captura de carbono a gran escala en todo el mundo. Estos son responsables de secuestrar 40 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono cada año. Esto equivale a solo el 0,1% de las emisiones globales totales. Está claro que la tecnología debe ampliarse rápidamente si queremos ver algún impacto ambiental positivo de este proceso. Según la Agencia Internacional de Energía, necesitamos secuestrar alrededor de 6 mil millones de toneladas métricas de CO2 para 2050 para ver cualquier impacto.

En la actualidad, gran parte del proceso de captura de carbono se centra en capturar CO2 de fuentes puntuales grandes y luego almacenarlo en algún lugar para que no ingrese a la atmósfera. Esto a menudo implica bombearlo a reservorios geológicos subterráneos, incluidos los fondos marinos y las reservas de petróleo agotadas. Muchas personas se preguntan si ponemos tanto esfuerzo en capturar el CO2, ¿no tendría más sentido darle un buen uso?

En su forma más simple, la captura de carbono actúa atrapando el CO2 en la fuente, moviéndolo a un lugar de almacenamiento y luego aislándolo para que nunca entre a la atmósfera. Es un proceso complejo, pero da como resultado una producción de energía más ecológica.

Uno de los mayores argumentos medioambientales que se libran hoy en día rodea la elección de almacenar el CO2 capturado o reutilizarlo. El CO2 capturado se puede usar para crear metanol, que es una energía limpia que se puede usar en su lugar para alimentar los motores de combustión interna. Básicamente, podríamos atrapar las emisiones de las plantas que funcionan con combustibles fósiles y convertirlas en un combustible verde para alimentar nuestros autos.

El proceso es relativamente nuevo, pero en las primeras pruebas, los científicos pudieron convertir el 79% del dióxido de carbono capturado de la atmósfera en metanol usando hidrógeno. Para las empresas, el mayor impacto que esto tendría sería en su estado de créditos de carbono. Los créditos de carbono permiten a las empresas compensar sus propias emisiones invirtiendo en iniciativas verdes que ayudan a reducir las emisiones de carbono. En este momento, muchas empresas optan por invertir en tecnología verde en los países en desarrollo como una forma de compensar las emisiones futuras, pero la captura de carbono podría ser una alternativa a esto.

El mayor obstáculo para los programas de captura de carbono siempre ha sido el costo. Las empresas preferirían comprar créditos de carbono para compensar sus emisiones en lugar de invertir en programas de captura de carbono. A principios de 2018, Donald Trump firmó un nuevo proyecto de ley que podría inclinar la balanza en la dirección opuesta. El proyecto de ley de presupuesto aumenta los créditos fiscales para las empresas y organizaciones que optan por invertir en la captura de carbono.

No descontará el costo de modernizar las fábricas antiguas, pero reducirá significativamente el costo. Esta es la primera vez que la captura de carbono ha sido una inversión comercialmente viable y esto debería ayudar a alentar a más compañías a dar el paso. El crédito fiscal agregará hasta $ 50 por cada tonelada métrica de CO2 capturado y almacenado, y $ 35 por cada tonelada puesta a trabajar de otras maneras. Esta es una mejora en el crédito fiscal anterior de $ 20 y $ 10 antes de que se aprobara la ley.

Está claro que la captura de carbono es necesaria si queremos tomar el control del medio ambiente y evitar que las temperaturas globales sigan aumentando. Al incentivar los programas de captura de carbono y aumentar la producción de combustible de metanol a partir de carbono, deberíamos ver un impacto ambiental significativo que beneficiará a las generaciones venideras.

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