No obstante, si bien muchos token se están adaptando a esta prueba de trabajo, Fernández no cree que vaya a ser el caso del bitcoin. «Lo positivo de esta criptomoneda es su seguridad extrema y, para eso, necesita una red de ordenadores brutal», ha destacado.
Para el responsable de Bit2me en España, Javier Pastor, la clave no es el cambio del protocolo a ‘proof-of-stake’, sino que lo importante es comprobar de dónde procede esa energía, y recuerda que un 30% de la que se produce a nivel mundial se desperdicia. Además, ha destacado a Europa Press que esta nueva forma de obtener las criptomonedas podría ser menos segura que la que se ha venido utilizando hasta ahora.
Según el Cambridge Center for Alternative Finance (CCAF) de la Universidad de Cambridge, el bitcoin representa el 0,37% de la producción total de electricidad a nivel global y el 0,43% de su consumo.
Si bien en un primer momento estas cifras pueden parecer bajas, la realidad es que toda la red consume más electricidad que Finlandia, Bélgica o Chile, entre otros. Asimismo, podría satisfacer las necesidades de electricidad de la Universidad de Cambridge durante 528 años, entre otros ejemplos.
Su gran consumo es la razón por la que Tesla dejó de aceptar la criptomoneda como método de pago, tal y como explicó su consejero delegado, Elon Musk, a través de una publicación en Twitter.
«Estamos preocupados por el rápido incremento del uso de combustibles fósiles en el minado y las transacciones de bitcoin, especialmente el carbón, que es el que peores emisiones tiene de todos ellos», explicó Musk el pasado 13 de mayo.
El bitcoin representa el 0,37% de la producción total de electricidad a nivel global y el 0,43%, según la Universidad de Cambridge
Además, añadió que si bien las criptomonedas «son una buena idea» y tienen un futuro «prometedor», no puede ser a costa de tener un gran coste para el medio ambiente.
Aunque las comparaciones son preocupantes, la directora de impacto de Portocolom AV, Ana Guzmán, ha explicado a Europa Press que no es fácil saber cuánta energía debería consumir cada industria.
«La respuesta no es fácil, y depende de cómo se considere el papel que las criptodivisas, pueden llegar a jugar en la sociedad», ha señalado, y ha añadido que no se debe confundir el consumo de energía con las emisiones de carbono asociadas a este consumo.
Un informe reciente de Bank of America recuerda que la mayor parte del minado tiene lugar en los países emergentes, sobre todo en China, que concentra dos tercios del minado a nivel global, aunque acaban de prohibir tanto esta actividad como el pago con bitcoin. De lejos le siguen Estados Unidos, Rusia, Kazajistán, Malasia e Irán.
Guzmán pone de relieve que el 39% de la energía utilizada para este minado en China viene de la energía hidráulica por las minas localizadas en Sichuan y Yunnan, y más del doble de la utilizada en USA, según datos del CCAF.
La mayor parte del minado se realiza en países emergentes. China concentra dos tercios del minado mundial
«Conforme más grupos de interés están poniendo el foco en el elevado impacto negativo de la minería de criptodivisas en las emisiones de gases de efecto invernadero, se están llevando a cabo más iniciativas para reducir el impacto ambiental negativo», ha destacado Guzmán, que cree que una vez que la industria madure y en paralelo el uso de energías alternativas a las fósiles se normalice, el uso de las mismas será más y más común.
Un ejemplo de estas iniciativas es el cripto Climate Accord, que tiene como objetivo que la industria llegue a 100% renovable en 2025 acelerando el despliegue de energía eólica y solar.
Además, están desarrollando un software de código abierto que permitirá que los operadores de la red eléctrica, las empresas de renovables y los productores de cripto puedan trabajar juntos para verificar el origen de la energía, explica Accurso.
Fernández ha incidido en declaraciones a Europa Press que «la comunidad está tomando conciencia de este tema» y que calculan que de aquí a siete u ocho años toda la energía que se consuma en la minería será 100% renovable.
Las criptomonedas se presentan en ocasiones como una alternativa de refugio de valor al oro y algunos analistas han llegado incluso a considerarlas una suerte de «oro digital».
A nivel medioambiental, el responsable de Next Generation e Investigación Económica de Julius Baer, Norbert Rücker, explica en un informe reciente que si se tiene en cuenta el precio actual del bitcoin, comprar una criptomoneda tiene el mismo impacto medioambiental que un vuelo de ida y vuelta de Zurich a Berlín, es decir, 200 kilogramos de CO2.
Por otro lado, la compra de un lingote de oro tiene el mismo impacto que comer una buena hamburguesa o una «fondue» de queso suizo, unos 10 kilogramos de CO2.
Si bien la balanza se inclina más hacia el oro según el análisis de Julius Baer, la situación podría cambiar si lo que se tiene en cuenta es el sistema financiero tradicional en su conjunto.
Pastor ha defendido en este sentido que el coste energético que tiene la red de bitcoin es medible porque se sabe cuánto consumen las máquinas que se utilizan para minar, pero el impacto del conjunto del sistema financiero es imposible de calcular, a lo que se ha de sumar el de las empresas a las que los bancos tradicionales prestan dinero.
Fuente: Forbes